Aceptamos la revelación de un único Dios en tres Personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo); confesamos la fe histórica del evangelio y afirmamos doctrinas que consideramos decisivas de una fe que debe ser manifestada en amor, servicio práctico y proclamación del evangelio.
En las Sagradas Escrituras, un Dios Verdadero, la Caída del hombre, el camino de Salvación, la justificación, el carácter gratuito de la salvación, la regeneración, el arrepentimiento y la fe, el propósito de gracia divina, la santificación, la perseverancia de los santos, la ley del evangelio, una Iglesia Evangélica, la cena del Señor, el gobierno civil, los creyentes y los incrédulos, el mundo venidero y el bautismo e
Que la Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados; que Dios es su autor, su objeto la salvación, y que contiene la verdad, sin mezcla alguna de error; que revela los principios por los que Dios nos ha de juzgar; y que es, por tanto, norma suprema a la que ha de sujetarse todo juicio en conducta y creencia.
Que las Escrituras enseñan que hay un solo Dios verdadero, Hacedor y árbitro supremo del cielo y la tierra, inefablemente glorioso en santidad, merecedor de toda honra, confianza y amor; y que la unidad divina está constituida por las personas del Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
Que las Escrituras enseñan que el hombre fue creado sin culpa, pero que por transgresión voluntaria cayó de un estado santo y feliz, y que por esta causa todo hombre es ahora pecador y está desprovisto de la santidad que exige la ley divina, se inclina a lo malo y, por tanto, está bajo justa condenación, sin defensa ni disculpa ante Dios.
Que las Escrituras enseñan que la salvación de los pecadores es gratuita, en virtud de la obra redentora del Hijo de Dios, quien cumplió la voluntad del Padre y estuvo exento de pecado. Que Él honró la ley divina con su obediencia personal, y con su muerte satisfizo plenamente nuestros pecados, resucitó de entre los muertos y está entronizado en los cielos, reuniendo así las cualidades que requiere nuestro Salvador, esto es, idoneidad, compasión y omnipotencia.
Que las Escrituras enseñan que la justificación es el gran bien que asegura Cristo a los que creen en Él; que la misma incluye el perdón de los pecados y el don de la vida eterna, de acuerdo con la justicia que es sólo por la fe en Él y no por ninguna obra de justicia humana; sino la que es ofrecida por Dios gratuitamente mediante la fe: la justicia perfecta de Cristo que nos introduce a un estado de bienaventuranza, paz y favor con Dios, ahora y para siempre.
Que las Escrituras enseñan que el Evangelio regala a todos los seres humanos los beneficios de la salvación; que éstos pueden ser inmediatamente aceptados por la fe, el arrepentimiento y la obediencia; que el único obstáculo para la salvación del peor de los pecadores en la tierra es su rechazo voluntario del evangelio, el cuál acarrea condenación.
Que las Escrituras enseñan que para ser salvo hay que ser regenerado, esto es, nacer de nuevo; que este nacimiento consiste en comunicar al alma carácter de santidad; que el poder del Espíritu Santo (y la verdad de Dios) efectúa la regeneración de una manera que no está al alcance de humana inteligencia, consiguiendo así que voluntariamente obedezcamos al evangelio y manifestemos la evidencia de este hecho en frutos de arrepentimiento, fe y novedad de vida.
Que las Escrituras enseñan el deber sagrado del arrepentimiento y la fe, operados por el Espíritu Santo, regenerador divino; y que bajo la convicción de la culpabilidad, nos volvemos hacia Dios sinceramente contritos, le confesamos nuestros pecados y le imploramos su misericordia, reconociendo asimismo a Jesucristo como Señor y Rey nuestro, en quien confiamos como Salvador único y Omnipotente.
Que las Escrituras enseñan que la elección es el propósito eterno de Dios, por el cual los pecadores se regeneran, se santifican y se salvan; y que por ser este propósito perfectamente consecuente con el albedrío humano, abarca todos los medios juntamente con el fin.
Que las Sagradas Escrituras enseñan que la santificación es el procedimiento por el que somos hechos partícipes de la santidad de Dios, según su voluntad; que es una obra progresiva que comienza con la regeneración y se desarrolla mediante la presencia, el poder del Espíritu Santo y la palabra de Dios.
Que las Escrituras enseñan que los verdaderos regenerados, nacidos del Espíritu, no apostatan para perecer irremediablemente, sino que permanecen hasta el fin; que su unión con Cristo es la característica que los distingue de los que hacen una profesión de fe superficial; y que son custodiados por el poder de Dios para salvación, mediante la fe.
Que las Escrituras enseñan que la Ley de Dios es la norma eterna e invariable de su gobierno moral; que es santa, justa y buena; que la única causa de incapacidad para cumplir los preceptos que ella prescribe es la caída del hombre, la naturaleza pecaminosa de éste. Uno de los objetivos principales que propone el Evangelio es librarnos de ella y restituirnos a la obediencia de la santa Ley, así como los medios de la gracia relacionados con el establecimiento de la Iglesia.
Que la Escritura enseña que la Iglesia de Cristo es la sociedad de los fieles bautizados, mediante un acto de fe y comunión en el evangelio; que practica las ordenanzas de Cristo, se gobierna por sus leyes y ejerce los dones, derechos y privilegios que le otorga la palabra de Dios, cuyos oficios bíblicos son: pastores, ancianos y diáconos, estando definidos sus requisitos, derechos y obligaciones en la epístolas de Pablo a Tito y Timoteo.
Que las Escrituras enseñan que la cena del Señor es una provisión de pan y de vino, que representa el cuerpo y la sangre de Cristo; que de ellas participan los miembros de la asamblea de la iglesia para conmemorar la muerte de nuestro Señor, proclamar la fe en su sacrificio, y la necesidad de que les suministre vida, nutrimento espiritual y esperanza de vida eterna, en virtud de la resurrección de Cristo de entre los muertos; y que antes de participar deben haber sido bautizados y examinarse a sí mismos.
Que las Escrituras enseñan que existe un gobierno civil por disposición divina para promover el bien común y el buen orden de la sociedad humana; que debemos orar por los que están en autoridad, honrarles y obedecerles, salvo que se opongan a la voluntad de Dios, único dueño de la conciencia y príncipe de los reyes de la tierra.
Que las Escrituras enseñan que hay una diferencia radical entre los creyentes y los incrédulos; que en la estima de Dios no hay creyentes verdaderos, sino los regenerados; que éstos han sido justificados por la fe en Jesucristo y santificados por el Espíritu Santo; que a los ojos de Dios, los incrédulos viven voluntariamente en contra de los santos mandamientos de Dios, sin arrepentirse, y que la diferencia entre unos y otros es permanente después de la muerte.
Que las Escrituras enseñan que se acerca el fin del mundo; que en el día postrero, Cristo descenderá del cielo y también levantará a los muertos para que reciban su retribución final; que entonces se verificará una separación solemne, que los incrédulos serán sentenciados al castigo eterno y los creyentes al gozo perdurable; y que este juicio determinará para siempre, sobre una base de justicia, el estado definitivo de los hombres, en el cielo o en el infierno.
Que las Escrituras enseñan que el bautismo cristiano es la inmersión en agua del que cree en Cristo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, a fin de proclamar, mediante su inmersión, su fe en el Salvador, que fue crucificado, sepultado y resucitado; y el efecto de la misma fe, es decir, muerte al pecado y resurrección a una nueva vida.